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Sombra, de Francisco Álvarez Velasco




Bebí tu sombra
y la luz no estaba.

El tristísimo sol de los ocasos
lamí en tus manos.

En la boca sorbí
la amarga escarcha azul
de los romeros.

Y la luz no estaba.

(C) Francisco Álvarez Velasco
Noche
IX Premio Internacional de Poesía "Antonio Machado en Baeza"
Poesía Hiperión, 2005
Voz: María García Esperón
Música: Heitor Villa Lobos
MMX
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El Poema que cayó a la mar cantará en catalán


La Editorial asturiana Pintar-Pintar comenzará a publicar libros en catalán antes que finalice el año 2010. Los primeros títulos que han sido traducidos por Sabela Quintanilla Nisal son "El poema que cayó a la mar", de Aurelio González Ovies y "¿De qué tará fecha la lluna?", de Miguel Rojo.

Los mejores deseos para Pintar-Pintar en esta nueva aventura que extiende mundos para el lenguaje universal de la poesía. No tardarán en sucederse traducciones en las otras lenguas de la península, renovadas a través de la frescura de las palabras e imágenes que es el sello de la joven casa editora dirigida por Ángela y Ester Sánchez.

Imagen: Pintar-Pintar
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De papel

La Ciudad de México en papel picado y en la mirada de María García Esperón
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Siempre alumbra

Luna de mediodía en Asturias en la mirada de Aurelio González Ovies. 



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Qu'en serait-il du temps? en la voz de Alan Grishman


Qu'en serait-il du temps
sans son futur aigu?


Qu'est-ce qui surgirait de la fumée
sans sa portion
de temps.


La nuit asphyxierait
ses planètes
si nul
à jamais déjà
ne venait à les adorer.
Le
jour
serait
si
court
si nous étions miroir.


Toute
la
route
jusqu'à
demain
serait de glace.


Les années se dilateraient
sous l'embrasement d'un baiser.


Les antilopes
la musique
l'arc-en-ciel
les heures, la chaleur
la faim
sauteraient de joie
si je devenais l'initiateur d'un siècle.


Serait-il plus convenable de mourir un jour plus tôt?


Traduction: Jean Dif
Voix: Alan Grishman
Musique: Yiruma
MMX
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Aurelio González Ovies: La poesía en el tiempo, por Anabel Sáiz Ripoll



Anabel Sáiz Ripoll brinda a través de Suite 101, contenidos de calidad, una mirada toda sensibilidad y conocimiento de la obra del poeta asturiano.

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Luces de lubricán, de Francisco Álvarez Velasco


"La rubiana de los versos siguientes se refiere, muy particularmente, a la que sucede en los ocasos. 
A ésta la llaman también 'Gloria de Dios' y 'lubricán' (vocablo compuesto de 'lobo' y de 'can'). 
Francisco Álvarez Velasco. Noche.

De repente en las aguas, la sirena.
Y la luz de las ocho arde un instante,
como si fuera el tiempo diamante
que lanzara los rayos en la arena.

Ya se aleja hacia el norte y la cadena
de la luz se deshace. Ella, triunfante,
avanza hacia la noche, fulgurante,
mientras queda en la orilla la condena

de no saber si fue un sueño glorioso
el blanco cuerpo grácil, la mirada
suplicante de amor, la mano abierta

al horizonte en llamas poderoso,
cuando la tarde cae y en la desierta
playa suena sombría marejada.

(C) Francisco Álvarez Velasco
Noche
IX Premio Internacional de Poesía "Antonio Machado en Baeza".
Voz: María García Esperón
Música: Yanni
MMX
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La savia lenta, de Francisco Álvarez Velasco


La sábana de hojas
en harapos regresa hasta la tierra
y envuelve las raíces
para abrigar el jugo que se duerme.

Arriba queda el nido
como tu corazón destartalado
en la niebla de otoño.

Esperas aterida
la noche de diciembre
sin pájaros ni cantos.

Bajo la costra dura
las lombrices
trabajan silenciosas para el árbol.

(C) Francisco Álvarez Velasco
Noche
IX Premio Internacional de Poesía "Antonio Machado en Baeza".
Voz. María García Esperón
Música:
Yiruma
MMX
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Comentario a "Soneto" de Ángel González, por Anabel Sáiz Ripoll


Escuchar "Soneto"
Voz: María García Esperón
Música: Canon de Pachelbel. Yiruma


“SONETO”DE ÁNGEL GONZÁLEZ
(COMENTARIO)

Anabel Sáiz Ripoll
Doctora en Filología


“Donde pongo la vida pongo el fuego
de mi pasión volcada y sin salida.
Donde tengo el amor, tengo la herida.
Donde dejo la fe, me pongo en juego.

Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego
Vuelvo a empezar, sin vida, otra partida.
Perdida la de ayer, la de hoy perdida,
No me doy por vencido, y sigo, y juego

lo que me queda; un resto de esperanza.
Al siempre va. Mantengo mi postura.
Si sale nunca, la esperanza es muerte.

Si sale amor, la primavera avanza.
Pero nunca o amor, mi fe segura:
jamás o llanto, pero mi fe fuerte”.


    Ángel González, junto a Gil de Biedma o a J. A. Goytisolo, pertenece a la llamada generación de medio siglo o de los 60. Incluye el soneto que hoy comentamos en su segundo libro titulado “Sin esperanza, con conocimiento”, publicado en 1961. Esta obra ejemplifica la poesía que se seguirá en la década de los 60, caracterizada por el rechazo a los elementos de poesía social y por un retorno a la intimidad personal del poeta.
    El Soneto ilustra muy bien el título del libro. Ángel González adopta un tono confesional muy apasionado; pero sin el dramatismo de la poesía social ni el escepticismo e ironía de otros poetas de los años 60, más bien con una energía inquebrantable frente a los embates de la vida. El poeta nos ofrece una declaración de principios puesto que muestra su voluntad de seguir asumiendo todos los problemas que se le presenten con buen ánimo, sin rendiciones ni treguas.
    El poema, métricamente, sigue la estructura de un soneto tradicional con versos endecasílabos, aunque presenta una cohesión temática tan entrelazada que es muy difícil segmentarla e, incluso, resultaría forzado el hacerlo. No hay autonomía entre los cuartetos y los tercetos puesto que todos se enlazan, de una forma o de otra, ya sea mediante repeticiones (v. 4 y 5: “juego”), frases paralelísticas (v. 11 y 12) o encabalgamientos (v. 8 y 9).
    En una primera lectura se aprecia ya la apasionada afirmación vital del poeta. A simple vista en “fuego de mi pasión” calificada por el casi oxímoron “volcada y sin salida” apreciamos un elemento propio del sentimiento amoroso que se expresa directamente en el v. 3, “amor”, identificado, además, por la metáfora tradicional, “herida”. No obstante, sin profundizamos en el poema, encontramos más bien la imagen del poeta implicado en un juego (v. 4) de azar con su propio destino, lo cual le imprime una gran carga existencial que supera el elemento amoroso con que parecíamos toparnos al principio.
    En el primer cuarteto se evidencia un elaborado proceso constructivo a base de anáforas (“Donde”), disposiciones simétricas (expresiones bimembres como “pongo la vida, pongo el fuego”; “tengo el amor, tengo la herida”) y paralelismos (V. 3 y 4).
    La anadiplosis “pongo en juego” une el primer cuarteto con el segundo, a la vez que éste se enlaza mediante un encabalgamiento con el primer terceto. Se sigue la imagen del poeta como un jugador existencial que oscila entre el “perder”, el “resto de esperanza” que aún le queda y su voluntad de no rendirse (“no me doy por vencido”) y de seguir jugando hasta el fin. En la bimembración del v. 7 “la de ayer, la de hoy” se advierte esa circunstancia temporal del poeta que es presente y también pasada y puede que futura. Por otro lado, mediante el empleo de distintos verbos en construcción polisindética (“pongo... y pido...y ... vuelvo”) se enfatiza más esta decisión de seguir jugando que resalta el ánimo vitalista y activo del poeta ante la paradoja de los v. 5 y 6: “perder la vida en el juego /seguir jugando sin vida”).
    La expresión “Al siempre va” del v. 10 nos habla de la opción que tiene el poeta de escoger entre el nunca y el siempre, entre el retirarse y el seguir que es la “postura” que acaba asumiendo, palabra que aquí tiene un sentido doble: la cantidad que se apuesta y la postura vital que se adopta.
    Los v. 11 y 12 muestran una construcción paralelística en la que se expresan las consecuencias a que dará lugar el tipo de opción “nunca” (la muerte, aunque en sentido figurado) o el de la opción “siempre”, identificada otra vez con el amor, con la primavera en su acepción de plenitud vital.
  También son paralelísticos los dos versos finales, muy cercanos al quiasmo, que rematan la construcción del soneto como un todo indivisible. De ellos se desprende la afirmación de fe en la vida por parte de Ángel González al quedar modificada la disyunción antitética “nunca o amor”, abierta a la esperanza, en la coordinación “jamás o llanto”, que excluye la posibilidad de ser feliz.
    El soneto, sobre todo los cuartetos, abunda en aliteraciones. El recurso fónico se aumenta gracias a las repeticiones y elementos casi paranomásicos (pongo, fuego, tengo, juego, luego, sigo) e, incluso, la consonancia interna (vida/partida).
    En los 60, como decíamos al principio, la poesía española comenzaba a apartarse de la tendencia social y el poema de Ángel González reúne unos rasgos que nos hablan de esta evolución: opone el sujeto lírico frente a la colectividad, el yo de la experiencia personal frente a la común. Se trata de una poesía que nos habla de la problemática existencial de los seres humanos y no de las injusticias sociales que hay que remediar; una poesía expresiva y contenida que ya no tiene que ver con el dramatismo de la lírica desarraigada.
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Moctezuma y Copo de Algodón, por Anabel Sáiz Ripoll, en Suite 101


En breves líneas, Anabel Sáiz Ripoll propone todo un cambio de paradigma en nuestras maneras de entender, a uno y otro lado del Atlántico, la conquista española de México:

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EERST veel later weet je. Un poema de Aurelio González Ovies en holandés




Eerst veel later voel je
dat de dood in alles
leeft.

Eerst veel later geef je toe
dat alles nauwelijks
iets is... Of liever...

Het zal altijd zeer vroeg zijn.
Het vertrouwen verliezen is zo droevig...
Gelijk blind worden en geen licht
verwachten
hoezeer en hoe meer
en hoe vaker de morgen ook daagt.


CUANTO más tarde sepas
que el fuego acaba en
humo.

Cuanto más tarde veas
que el humo es verdad
muerta.

Cuanto más tarde sientas
que la muerte está en
todo.

Cuanto más tarde admitas
que todo es nada
apenas... Mejor...

Siempre será muy pronto.
Perder la fe es tan triste...
Como quedarse ciego y no esperar
la luz
por mucho y más
y mucho que amanezca.

(C) Aurelio González Ovies
Traducción al holandés: Fa Claes
Voz: Alan Grishman
Música: Yiruma
MMX
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Andrea, de Aurelio González Ovies



Desde hace años el mirlo canta de otra manera,

canta como buscándote sobre la luz de agosto,

canta como silbando tu nombre entre los árboles,

canta como extendiéndote por la naturaleza.

Desde hace años las rosas son más jóvenes,

más morenos los prunos, más niñas las hortensias.

Y parece que el blanco dulzor del cinamomo

te dedica su polen. Lo saben las abejas.

Parece que el verano deja de iluminarnos

tan pronto como cierra la azul adolescencia.

¿Por qué existe el dolor? ¿Qué sentido tendrá

soltar en el camino la mano que nos lleva?

¿Qué razón misteriosa será la que nos parte

en tan sólo un instante toda la vida entera?

¿Qué puerta inexplicable se abre para nosotros

cuando todas las puertas posibles se nos cierran?

Desde hace años, a veces, nunca sucede nada.

Ladra un perro a lo lejos, maduran las ciruelas,

vuelve a caer la nieve… ¿Valdría más ser humo?

¿Sentirá el fuego el peso y la herida de su ausencia?

¿A dónde irán los seres que dejan su hermosura

a punto de brotar? ¿A qué espacio, a qué tierra?

¿En qué explicación caben su voz y su futuro?

¿Cómo reconocerlos cuando se hacen estrella?

Desde hace años hay horas que trepan mundo arriba

con la misma esperanza que las enredaderas:

aferrarse aunque sea al vacío del aire,

con tal de abrazar aire y creer que nos besa.

¿Dónde guardar los sueños que dejaron intactos?

¿Dónde plegar su ropa para algún día olerla?

¿En qué rincón oculto de nuestros corazones

podremos tocar siempre su lejanía más cerca?

Desde hace años el tiempo se queda adormecido

con la luz encendida y la cena en la mesa.

Qué extraña realidad, Dios, nos posas en los ojos

que al volver a mirarla jamás es lo que era.

(A Andrea, in memóriam)

(C) Aurelio González Ovies
Tardes de cal viva
Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
Imágenes: Akiar, Google
MMX

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Puerta de luz

Sede del Colegio Nacional, Centro Histórico de la Ciudad de México,
en la mirada de María García Esperón
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"La tarde casi noche" de Antonio Machado, en la Palabra de Francisco Álvarez Velasco

Balada de los amantes al caer la tarde,
 el poema inicial de Noche, en la caligrafía de su autor.
Ilustración de Cecilio Testón


"La tarde casi noche" de Antonio Machado*

Los últimos vencejos revolotean
en torno al campanario;
los niños gritan, saltan, se pelean.
En su rincón, Martín el solitario.
¡La tarde, casi noche, polvorienta,
la algazara infantil, y el vocerío.
a la par de sus doce en sus cincuenta!

Así se inicia el penúltimo poema recogido por A. Machado en sus Poesías completas. Con el sintagma “La tarde, casi noche”, sin recurso retórico alguno, el poeta señala un fragmento del fluir temporal diario, indudablemente uno de los motivos poéticos más machadianos.
Junto a “ocaso” y “crepúsculo” (palabra que tanto vale para marcar la frontera entre la tarde y la noche, como la que separa la noche de la mañana), el diccionario registra algunas voces de significado próximo: “oscurecer”, “atardecer”, “atardecida”, “anochecer”, “anochecida”... Son palabras que tal vez estén a punto de perderse por culpa del feo neologismo “tardenoche” que desde hace años viene acuñado por el lenguaje periodístico.
El sufijo –ecer expresa proceso, transformación o cambio de estado: el panta rhei (“todo pasa”) heraclitano, tan de Machado y de sus complementarios, tiene su comprobación subjetiva en ese tiempo. Frente a las lentas horas de la siesta, por ejemplo, cuando el tiempo no parece moverse, el atardecer fluye con celeridad. La contemplación machadiana de ese tiempo fugitivo, cuando el camino “débilmente blanquea, se enturbia y desaparece”, es recurrente y su poetización suele coincidir con el clímax de muchos poemas. Y con varias focalizaciones: Una es el horizonte del oeste, cerrado por colinas, alcores, montañas, sierras...; otras son las realidades más cercanas al sujeto poético: el camino por donde avanza el viajero, los cristales del balcón cerrado, el espejo y, siempre, el estado anímico o la subjetividad emotiva del poeta.
Pero sigamos al hilo de los poemas. En el primero de Soledades –“El viajero”— la cuarteta inicial dice:

Deshójanse las copas otoñales
del parque mustio y viejo.
La tarde, tras los húmedos cristales,
se pinta, y en el fondo del espejo.

“La tarde se pinta”: Antonio Machado, aunque “prefiere lo vivo a lo pintado”, se sirve a veces de imágenes plásticas, y sus versos adquieren los modos de un cuadro de paisaje. Aquí el tono de melancolía que envuelve el poema se subraya con la nota del reflejo de las luces del ocaso en el espejo de la “sala familiar, sombría”. El poema recuerda uno posterior —“Fantasía iconográfica”— donde algunos críticos quieren ver la descripción poética del retrato del Cardenal Tavera del Greco, al que el poeta sevillano ha puesto un paisaje soriano muy de sus querencias:

Al fondo de la cuadra, en el espejo,
una tarde dorada está dormida.

Siguiendo con Soledades, Galerías y otros poemas, ¿cómo no atender a las cuartetas más conocidas, tal vez, de la poesía española de todos los tiempos? Me refiero al poema que empieza “Yo voy soñando caminos”. La tarde casi noche es ante todo una ligera pincelada, nuevamente con el adjetivo “dorado”, pero ahora aplicado no a la tarde, sino a las colinas que recogen los últimos rayos del sol:

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...

Y después una metáfora léxica: “la tarde cayendo está” y el proceso del ocaso en su incidencia en la percepción del camino:

y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece

Muy distinto es el ocaso del poema XIII:

Hacia un ocaso radiante
caminaba el sol de estío,
y era, entre nubes de fuego, una trompeta gigante
tras los álamos verdes y las márgenes del río.

Angélica o no esa trompeta, Antonio Machado introduce aquí la imagen de la “gloria”, término que en la arquitectura de la catedral gótica coincide con el lugar del rosetón de la fachada oeste, donde se abren, precisamente, los pórticos de la gloria, y que en la terminología de la pintura significa «Rompimiento de cielo, en que se representan ángeles, resplandores, etc.» El crepúsculo envuelve a la ciudad en un mágico “fanal de oro transparente” y los arreboles coronan las colinas manchadas con lo grisáceo de los olivos y lo negruzco de las encinas. Ante una belleza tal, el poeta expresa su finitud mediante dos versos con ciertas resonancias de Pascal «de este rincón vanidoso, / oscuro rincón que piensa»–.
En el poema XV, el sol que muere se focaliza por vez primera en los balcones y sus reflejos preparan el ambiente para la aparición en un típico mirador andaluz de una figura femenina soñada o recordada o real (“el óvalo rosado de un rostro conocido”). El poeta —¿rondador, amante platónico secreto?— se aleja apesadumbrado (“Pesa y duele el corazón”). Y también por vez primera la presencia de Venus, el lucero vespertino, con el que termina el poema: “En el azul, la estrella”. En otros lugares es “lucero diamantino”, “lágrima en el azul celeste”, “estrella clara”.
En el poema “Horizonte” (XVII), la “gloria” termina en sangre:

La gloria del ocaso era un purpúreo espejo,
era un cristal de llamas, que al infinito viejo
iba arrojando el grave soñar en la llanura...
Y yo sentí la espuela sonora de mi paso
repercutir lejana en el sangriento ocaso,
y más allá, la alegre canción de un alba pura.

Las campanas, con el toque del ángelus vespertino, o tal vez, mejor, con el toque de ánimas o el que convoca al rosario (ya irán a su rosario las enlutadas viejas - XCVIII) acompañan el apagarse de los arreboles (XXV):

¡Tenue rumor de túnicas que pasan
sobre la infértil tierra!...
¡Y lágrimas sonoras
de las campanas viejas!
Las ascuas mortecinas
del horizonte humean...
Blancos fantasmas lares
van encendiendo estrellas.
—Abre el balcón. La hora
de una ilusión se acerca...
La tarde se ha dormido
y las campanas sueñan.

Sueñan las campanas o la tarde o el yo poético: a las personificaciones del atardecer acompañan en notas impresionistas diversos elementos contextuales, como los cangilones de la noria o las campanas.
Así en el romancillo donde se cuenta la historia de la hermanita, pequeña y rosada, que cosía y que un día miró a la ventana del poeta. La mayor anuncia su muerte con estos cuatro versos:

Señaló a la tarde
de abril que soñaba,
mientras que se oía
tañer de campanas.

O la estatua de Cupido en la fuente, como en este sobrio e impresionante poema:

Las ascuas de un crepúsculo morado
detrás del negro cipresal humean...
En la glorieta en sombra está la fuente
con su alado y desnudo Amor de piedra
que sueña mudo. En la marmórea taza
reposa el agua muerta. (XXXII)

Metáfora persistente es la de la hoguera mortecina:

La tarde está muriendo
como un hogar humilde que se apaga.
Allá, sobre los montes
quedan algunas brasas.

En ocasiones la idealización se logra mediante imágenes religiosas:

(XXVII) La tarde todavía
dará incienso de oro a tu plegaria...
Y en otro poema (LI)
Lejos de tu jardín quema la tarde
inciensos de oro en purpurinas llamas,
tras el bosque de cobre y de ceniza.

Con frecuencia el texto parece preparar un escenario para que funcione con fuerza un final desnudo de recursos literarios, pero pleno de sentimiento, como en el siguiente:

El sol que aturde y ciega,
tórrido sueño en la hora de arrebol;
el río luminoso el aire surca;
esplende la montaña;
la tarde es polvo y sol.
El sibilante caracol del viento
ronco dormita en el remoto alcor;
emerge el sueño ingrave en la palmera,
luego se enciende en el naranjo en flor.
La estúpida cigüeña
su garabato escribe en el sopor
del molino parado; el toro abate
sobre la hierba la testuz feroz.
La verde, quieta espuma del ramaje
efunde sobre el blanco paredón,
lejano, inerte, del jardín sombrío,
dormido bajo el cielo fanfarrón. 
......................................................
Lejos, enfrente de la tarde roja,
refulge el ventanal del torreón. (XLV)

La presencia de la muerte confundida con la mujer misteriosa que funde sus pasos con el eco de los pisadas del poeta acompaña el declinar del día. El poema se titula «Los sueños malos» (LIV).

Está la plaza sombría;
muere el día.
Suenan lejos las campanas.
De balcones y ventanas
se iluminan las vidrieras,
con reflejos mortecinos,
como huesos blanquecinos
y borrosas calaveras.
En toda la tarde brilla
una luz de pesadilla.
Está el sol en el ocaso.
Suena el eco de mi paso.
—¿Eres tú? Ya te esperaba...
—No eras tú a quien yo buscaba.

¿Y la deliciosa soleá en que tanto se dice con tan pocas palabras?:

¡Y esos niños en hilera,
llevando el sol de la tarde
en sus velitas de cera! (LXVI)

El poema LXXIII está integrado por los más frecuentes motivos vespertinos de Machado: campanas, el atardecer visto pictóricamente, Venus y la ensoñación lírica —elementos todos ellos de suma levedad— frente a la pesadumbre arquitectónica de la iglesia.

Ante el pálido lienzo de la tarde,
la iglesia, con sus torres afiladas
y el ancho campanario, en cuyos huecos
voltean suavemente las campanas,
alta y sombría, surge.
La estrella es una lágrima
en el azul celeste.
Bajo la estrella clara,
flota, vellón disperso,
una nube quimérica de plata.

En 1937, en un texto sobre la filosofía de Heidegger, Antonio Machado nos da alguna clave del simbolismo de muchos de sus versos sobre la “tarde, casi noche”: «La angustia, a la que tanto han aludido nuestro Unamuno y, antes, Kierkegaard, aparece en estos versos —y acaso en otros muchos— como un hecho psíquico de raíz, que no se quiere, ni se puede, definir, mas sí afirmar como una nota humana persistente, como inquietud existencial (Sorge), antes que verdadera angustia (Angst) heideggeriana, pero que va transformándose en ella». Lo escribe a propósito del siguiente poema (LXXVII):

Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usüal hipocondría.
La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y, recordando, digo:
—Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.

Machado, tan parco siempre en el uso de los adjetivos, carga la mano aquí con tres preñados de negatividad: cenicienta, mustia, destartalada. En el poema LXXIX se espesan aún más las tintas existenciales:

Desnuda está la tierra,
y el alma aúlla al horizonte pálido
como loba famélica. ¿Qué buscas,
poeta, en el ocaso?
¡Amargo caminar, porque el camino
pesa en el corazón! ¡El viento helado,
y la noche que llega, y la amargura
de la distancia!... En el camino blanco
algunos yertos árboles negrean;
en los montes lejanos
hay oro y sangre... El sol murió... ¿Qué buscas,
poeta, en el ocaso?

Dice el refrán que el sol sale para todos. También se pone para todos. Para el buen burgués (que), en su balcón enciende / la estoica pipa en que el tabaco humea (XCI) y para los niños del hospicio provinciano (C) como en estos conmovedores alejandrinos:

Mientras el sol de enero su débil luz envía,
su triste luz velada sobre los campos yermos,
a un ventanuco asoman, al declinar el día,
algunos rostros pálidos, atónitos y enfermos.
a contemplar los montes azules de la sierra.

Y, finalmente, llegamos a Baeza. Por aquí, haciendo camino al andar, desde el tren o desde el carricoche tirado por dos pencos matalones, asistimos al redescubrimiento —o, con palabras del poeta, a los despojos del recuerdo— de Andalucía. ¿Qué aporta ahora el paisaje a la poesía de Machado? En el campo léxico, flora y fauna. Flora natural o cultivada: vides, ciruelos, palmeras, naranjales, el limonero polvoriento, nardos, espartales, albahaca, hierbabuena, alcaceles, cardizales, trigales, olivares, el ramojo de la poda... Unas pocas palabras para la fauna: borriquillos, yuntas tirando del arado, mariposas, un perro, una lechuza... El léxico del paisanaje tampoco es abundante: olivareros, braceros —los que generan, siembran y labran—: son las “buenas frentes sombrías / bajo los anchos sombreros”, en contraste con los de “amargo rezo”, con los de “la mano ociosa”... Y la insistencia en la configuración del paisaje con tres notas repetidas: los cortijos dispersos, los olivares en las lomas y una red de caminitos blancos...
Y, sobre todo, la tensión lírica se manifiesta en la contemplación del poniente. El campo andaluz, especialmente percibido a la hora del ocaso, le embrujó sin duda, tal vez porque, con versos de Antonio Carvajal, «No sabe qué es la luz / quien no ha visto estos montes de poniente.» En «Caminos» (CXVIII), uno de los poemas de Baeza, nuestro poeta sale de la ciudad tras las murallas viejas. Contempla la tarde silenciosa, se demora en la visión de los alegres campos baezanos: huertas, olivares, viñas, el Guadalquivir, los olmos de la carretera, la sierra, el viento, los caminos blancos en busca de los caseríos... En el centro del poema, la “tarde, casi noche”:, que ahora, en lugar del lucero diamantino del ocaso viene acompañada por una luna en plenilunio, jadeante y amoratada. El poema termina con el recuerdo punzante de Leonor: «¡Ay, ya no puedo caminar con ella!»
En una de las Viejas Canciones, nuevamente la luna, o con sus palabras “un albor de luna en el cielo azul”, es frontera de la noche:

Ya había un albor de luna
en el cielo azul.
¡La luna en los espartales,
cerca de Alicún!
Redonda sobre el alcor,
y rota en las turbias aguas
del Guadïana menor.
Entre Úbeda y Baeza
—loma de las dos hermanas;
Baeza, pobre y señora;
Úbeda, reina y gitana—,
Y en el encinar
¡luna redonda y beata,
siempre conmigo a la par!


Inquietud existencial —decíamos con palabras de Machado— antes que verdadera angustia, pero que va transformándose en ella. Con esta interpretación del simbolismo de “la tarde casi noche” quiero cerrar mis palabras. La angustia plena —la que nutre la conciencia de que el hombre es un ser para la muerte— la reserva para su complementario Abel Martín, si no nos equivocamos en la interpretación de su último poema, donde el ocaso le ofrece «un nihil de fuego escrito / tras de la selva huraña / en áspero granito».
Y sin embargo, el último verso, el que se encontró, después de su muerte, en un bolso de su gabán es muy de otro signo: «Estos días azules y este sol de la infancia.» Una rotunda afirmación de la vida, de que el hombre es también un ser para admirar la belleza de los días que suelen terminar en espléndidos atardeceres, como aquel que le sedujo aquí en Baeza: «esta tibia tarde de noviembre / tarde piadosa, cárdena y violeta.»
Baeza, 15 de diciembre de 2005


Francisco Álvarez Velasco


* Palabras pronunciadas por el autor al recibir el IX Premio Internacional de Poesía "Antonio Machado en Baeza"
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Rubiana desde el Paseo de Antonio Machado en Baeza

Rubiana desde el Paseo de Antonio Machado en Baeza, el 16 de diciembre de 2005,
en la mirada de Francisco Álvarez Velasco.


En el libro Noche, de Francisco Álvarez Velasco, leemos que...

"Según el Diccionario de las hablas leonesas, de Miguélez, la voz 'rubiana' procede del latín rubeus (rojo) y significa nube encarnada que en algunas épocas aparece al amanecer y puesta de sol. La rubiana, pues, acompaña el atardecer y el anochecer, dos términos tan próximos en definir una tierra de nadie que se extiende entre los mojones con que marcamos el fluir temporal, algo así como una frontera entre Dios y el Diablo.

"La rubiana de los versos siguientes se refiere, muy particularmente, a la que sucede en los ocasos. A ésta la llaman también 'Gloria de Dios' y 'lubricán' (vocablo compuesto de 'lobo' y de 'can'): Es la hora del lubricán / acecha el mochuelo en el pino, / el bandolero en el camino, / y en el prostíbulo Satán. (Valle-Inclán)".

Con Noche, su autor obtuvo en 2005 el IX Premio Internacional de Poesía "Antonio Machado en Baeza". La fotografía es la rubiana del día siguiente a la entrega del premio, y en ella la madrugada y el  crepúsculo y la luz azul de esos sueños en los que caminamos a veces y que a veces nos vuelven a encontrar. (MGE)



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FELICITACION DE CUMPLEAÑOS



Mientras disfrutaba de mis vacaciones en La Manga del Mar Menor(Murcia- España), María cumplía años. Como no tenía "nada a mano", decidé enviarle este "regalo".

Texto: ASUNCION CARRACEDO GOMEZ (A.C.G.)
Imágenes: tomadas de internet
Música: Enya

UN CALIDO ABRAZO DE PAPEL

ASUNCION

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Mercedes Neuschäfer-Carlón: la escritura estimulante, por Anabel Sáiz Ripoll en Suite 101


Anabel Sáiz Ripoll ha dedicado en Suite101.net, contenidos de calidad, un artículo que es una joya a la  escritora ovetense que tan bien conoce.

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Fausto Vonbonek, por Alejandra Moglia


“Oh, poesía…”

PorAlejandra Moglia
“Automáticamente las horas del día incineran las naves que pueden salvarnos de entrar en el mundo. Esto quiere decir que habitamos la isla llamada “uno mismo”. Y que no hay material para hacer otro barco. Por eso los seres dedican su vida a esperar que las olas expulsen maderos o venga otra nave. Ignorando que sólo el amor es quien funde el acero que da solidez al etéreo arco iris”.
Fausto Vonbonek, Sueños tangibles.
Fausto Vonbonek es escritor y poeta. Nació en Mexicali, México, y su obra ha sido premiada en numerosas oportunidades.
Su poemario Nupcias del tiempo fue publicado en el 2006 por Castañeada Libros. En 2007 presentó su trabajo Murmullo de Glorietas que recibió la Mención Honorífica del Certamen “Pedro F. Pérez y Ramirez”, en el ramo poesía. Al año siguiente ocupó el Primer Lugar en el mismo certamen con el poemario Pasión de Sahuaros, editado por la Fundación “Peritus”.
Entre las diversas actividades literarias y culturales, ha coordinado el festival binacional de cine realizado por los Valles de Coachella y Mexicale, realizando, además, el cortometraje “Apocalipsis de Soles” con el apoyo del XVIII Ayuntamiento de Mexicali.
Su obra se difunde a través de su blog Pareidolias y de la red social Facebook, medios que permiten acceder a poesía profunda y bella.
En relación a la poesía Emily Dickinson afirma lo siguiente:
“Si leo un libro y hace que mi cuerpo entero se sienta tan frío que no hay fuego que lo pueda calentar, sé que eso es poesía. Si físicamente me siento como si me levantasen la tapa de los sesos, sé que eso es poesía. Esta es la única manera que tengo de saberlo. ¿Hay alguna otra?”
Estas emociones que nos paralizan, nos desconciertan, nos intiman desnudando el interior más profundo y oculto de nuestras almas brotan al leer la poesía de Fausto Vonbonek, momento en que sucede lo inexplicable, aquello que no podemos decir con palabras porque ya están dichas por el poeta. Es justamente el instante en que sus palabras y nuestros silencios de fusionan, en que me resisto a comentar lo leído, a intentar explicarlo. Es el instante de sucumbir ante la poesía en el más absoluto silencio y dejarla obrar en libertad.


Sobre Fausto Vonbonek
Blog Pareidolias. Disponible en: http://vonbonek.blogspot.com/
Capitán de ilusiones. En: La memoria y el sol. Disponible en:http://lamemoriayelsol.wordpress.com/2010/02/21/capitan-de-ilusiones-de-fausto-vonbonek/
Fausto Vonbonek en Youtube. Disponible en:http://www.youtube.com/user/FaustoVonbonek
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Noches de luna llena en León


Iglesia del Mercado en León (España), en una de esas noches en que la luna se viste de gala para ser admirada, en la mirada de Catamaram.
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En la tradicional venta nocturna del FCE

Yessica Cortés, promotora de lectura del FCE, me invitó a firmar libros
a la Librería Rosario Castellanos, donde estuvimos muy contentos.

Compartiendo la alegría de los ilustradores con Silvana Ávila y el talentoso Joel Rendón,
creador de las imágenes del libro "El nombre del juego es Posada". Él conserva intacta
la tradición del grabado de José Guadalupe Posada, y ese libro en particular es una joya.

Saliendo de las fauces del hipopótamo con mi muy querida Maru Mendoza Arrubarrena.

Una animada charla entre ilustradores, autores y animadores.
Y...
Buenos Aires en México


A una cuadra de la Librería Rosario Castellanos, del FCE,
un rincón de Buenos Aires en México, para enviar
un saludo afectuoso hasta Argentina para Alejandra, Cristina,
Marcelo y Susana.
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El Abad, su Padre, la Torre

Una mirada del que dicen primer monumento románico asturiano:
La Colegiata de Teverga.
 En ella se albergan las momias del abad y su padre (circa 1700).
Aurelio González Ovies
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Muy cerca... Al Andalus

Kiosco morisco de Santa María la Ribera, Ciudad de México,
en la mirada de María García Esperón


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Al Andalus muy lejos






Kiosco morisco en la colonia Santa María La Ribera, Ciudad de México
en la mirada de María García Esperón
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Marcelo Suárez De Luna: La perfección de lo imperfecto, por Anabel Sáiz Ripoll, en Suite 101


En Suite101.net, contenidos de calidad, Anabel Sáiz Ripoll acaba de publicar un artículo en torno a la notable propuesta literaria del escritor y blogger argentino Marcelo Suárez De Luna, que se puede disfrutar aquí:

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María García Esperón: Nacida para escribir, por Anabel Sáiz Ripoll, en Suite 101


En Suite101.net, colaboraciones y contenidos de calidad, Anabel Sáiz Ripoll ha publicado un artículo sobre mi propuesta literaria que le agradezco infinitamente. Constituirá sin duda un excelente material de consulta para los colegios que han incluido mis libros en sus planes de lectura.

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Poemas de Caramelo

Marisa López Diz y Ester Sánchez se reunieron a soñar en limón y en frambuesa, en menta y en naranja.
 Se reunieron a soñar en dulce, apenas en 2009, y el resultado de su sabor de poeta y su saber de ilustradora es Poemas de Caramelo, un libro de la editorial asturiana Pintar-Pintar.

Ambas creadoras saben que los ojos pueden paladear los versos, que la voz deletrea la imagen, que cuando se trata de poesía para niños hay que jugar divinamente y darle la vuelta al libro para poner al mundo de cabeza y empezar a comprenderlo en su clave de color.

Y así, con el libro recostado, ladeamos la cabeza y atendemos la invitación dulce que hacen Marisa y Ester para resignificar el mundo. Mirada infantil y de origen la de estos versos de Marisa, la de estas imágenes de Ester:



Bajo una rana holgazana
encontré un rayo de sol
que cayó de entre las nubes
y en el suelo se rompió.



Y Ester a colores nos toma de la mano y nos hace descender por la escalera también dulce del reflejo. En esa rana tenue reflejada nos ha cambiado de mundo y nos ha llevado al estanque vivo de nuestros recuerdos trémulos, a la luz que nos acariciaba y envolvía en esa piel iluminada que teníamos de niños. 

Bajamos al fondo del estanque y al verso que nos toca el fondo y dulcemente nos hemos liberado de algún peso y nos escapamos en la burbuja de jabón del poema hacia nuestro propio ser:
Abría mucho la boca
redonda como una "o",
y al cantar se le escaparon
grandes pompas de jabón.

Así distendidos, así de libres descubrimos otra de las cualidades de Poemas de Caramelo: el libro es liberador porque es un libro que canta. Y así cantados volvemos a sentirnos lo que nunca hemos dejado de ser: parte del mundo encantado, relación mágica entre el niño que juega y la urraca que roba su caramelo, acción disuelta en sabor, experiencia en la que el mundo nos ha entrado por los ojos para salir convertido en verso.


Y mi caramelo
de sabor a mora
se lo quedó ufana
la urraca traidora.


Y así devueltos a nuestra existencia infantil, que es nuestra existencia poética, hemos puesto el pie en las páginas de Poemas de Caramelo para ingresar a una fábula en sentido original, donde los animales hablan y todo está intensamente animado, restituido en su ser pleno, fabulado en sus afinidades misteriosas:

Cuatro ovejitas blancas
vienen a verme dormir
En la esquina de la cama
dejan rosquillas de anís.

Todo recordado desde el corazón, con sus imágenes precisas, al volver a dar cuerda al reloj de cuco de la memoria:

Un día que estaba sola
al gran reloj le di cuerda,
y el cuco que estaba dentro
salió con levita negra.

Todo anhelado nuevamente, con ese deseo sagrado de los niños, a través de un gato con la mirada perdida de estrellas:

Ven acá que quiero verte,
baja un poquito más,
que yo quiero darte un beso,
no te escapes, ven acá.

A través de Poemas de Caramelo nos podemos hacer muy intensos, porque nos podemos volver muy niños.  Frente a este libro que se va de lado, nos hemos reimaginado en un iluminado paraíso de memoria donde hemos sido y somos, por derecho dulce y a vuelta de página, libres y plenos. Marisa López Diz y Ester Sánchez nos han devuelto, íntegros y dulces, al sabor original de nuestra infancia.


María García Esperón



Poemas de Caramelo
Texto: Marisa López Diz
Ilustraciones: Ester Sánchez
Oviedo, 2009
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