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La Caravana del Verso: Laína Cores

Laína Cores Uría
Relaciones públicas, guitarrista y cantante

«Los gitanos son superiores en ritmo, acogida, lealtad y sentido de la familia»

Por: J. Neira

Laína Cores Uría tiene tanta inteligencia y personalidad como afición a la música y generosidad, así que, ya con nietos, decidió animar a «Son Flamenco», un grupo de músicos gitanos, y cantar con ellos -«tengo más edad que sus abuelas»-, que además ensayan en su casa, contigua al palacio de Meres, donde nació y del que es copropietaria. Una labor social, una labor artística, una ayuda a personas que necesitan apoyo y que a su vez la ayudan a aprender y ejercer los misterios de las bulerías y de la amistad.

-Ovetense de ida y vuelta.

-Viví en Oviedo hasta los 37 años con un pequeño paréntesis, cuando mi padre fue destinado a Madrid. Me gusta muchísimo Madrid, la luz, la libertad, el anonimato. Viví allí después con mi madre, que tenía una casa espléndida, una casa muy abierta, la casa de todo el mundo. Estuve fuera casi 20 años. Y cuando mi hija, la pequeña, acabó la carrera quiso venir a vivir y a trabajar a Meres. Está esperando ahora su tercer hijo.

-Dos Oviedo, ¿muchas diferencias?

-Primero viví el Oviedo tradicional en una familia muy tradicional. Tenía mucha afición a cantar pero en realidad no se podía. Si llega a ser ahora me dedico a cantar sin problemas. Mi entorno era de gente muy aficionada a la música, muy de ópera, pero cantar era casi de variedades. Si le hubiese dicho a mi padre que quería ser cantante no me hubiese dejado, tenía que estudiar piano y francés. Era dócil pero también tengo una vena hippy y soy madre de familia numerosa y...
-Integrada y hippy, ¿no hay contradicción?

-Siempre me acaba apareciendo la vena hippy.

-A eso se llama personalidad. ¿Y el Oviedo actual?

-Yo antes iba por la calle saludando a todo el mundo. Algo ha cambiado. Además mis amigos ahora son gitanos y guitarristas.

-Pues nació en el mejor palacio de Asturias, propiedad de sus padres.

-Bueno, una parte le correspondía a mi madre. Mi padre compró la parte de los Uría. Tuvieron 12 hijos. Supuso un gran esfuerzo. Tenemos allí el panteón familiar, allí están enterrados mi madre, mi hijo, mis hermanos, mis sobrinos. Eso es muy fuerte. Al morir mi madre nos planteamos qué hacer con el palacio, costaba mucho mantenerlo. Decidimos dedicarlo a bodas y a eventos. Algo digno. Se hacen eventos pero sigue siendo nuestra casa.

A finales del 2010, se incorpora a la compañía, La Caravana del Verso, en pleno proceso de potenciación de su espectáculo poético, asumiendo la parcela o la responsabilidad de la canción, de las partes cantadas de los recitales, con gran éxito, actuando, en muchas ocasiones, con el cantautor, Rafa Lorenzo.

-Estaba hablando de su regreso.

-Vivía en Madrid, se casó mi hija pequeña, me había separado y regresé a Asturias. Tuve cinco hijos, uno falleció hace ahora 21 años en un accidente de moto. Es lo peor que me pasó en la vida con gran diferencia. De eso no se recupera uno nunca. Bueno, regresé a Meres. Empezaba entonces la actividad en el palacio. Entró mi hija a trabajar como gerente. Yo disponía de mucho tiempo libre. No tenía aún a mis nietos. Vivo en un chalet grande, muy cercano al palacio. Está en un terreno que me dio mi madre que era de tío Juan, el prau Casares.
-Y reapareció la música.

Con Felipe Prieto y Joaquín de la Buelga
-En su día había estudiado guitarra hasta tercero. Me daba clases Ricardo Zufiaurre. A mi vuelta me presentaron a Manuel León, el hijo de la cantante Rosa Lobo. Y a su vez me llevó a ver a unos gitanos que eran muy buenos, un guitarrista, un cantante y otro a la percusión. Como no tenían donde ensayar empezaron a ir por mi casa a tocar y cantar dos o tres veces por semana.
-Generosa.

-Cuesta sacarlos adelante. Hay muy pocas ayudas. Presenté el año pasado su currículum para que actuasen en las fiestas de San Mateo y no les dieron nada pero trajeron a la Pantoja. Pepín Salazar toca cosas con nosotros. Estuvo unos años dedicado en exclusiva a su tarea de pastor evangélico y lo dejó todo. Pero ha vuelto a la música. Hace una gran labor.
-¿Dónde tocan?

-Les conseguí conciertos en bares de Oviedo como La Calleja de la Ciega.

-¿Qué hacen?

-Flamenco y fusión.

-¿Son andaluces?

-Son de Ventanielles. Y la familia de uno de ellos viene de Bilbao.

-¿Y usted?

-Canto con ellos. Ensayé tanto con ellos, los escuché tanto que a partir de su música hacemos fusión. Por ejemplo, yo canto una canción sudamericana, «Alfonsina y el mar», y ellos me acompañan por bulerías.

-¿Funciona?

-Gusta. Para mí no es fácil, vivo fuera de Oviedo, soy pensionista.

-¿Por qué lo hace?

-Por afición y también por ayudarles. Es gente buena y que vale, pero les cuesta mucho salir porque nadie los ayuda. Lo tienen complicadísimo. También es cierto que son muy difíciles. Muy testarudos. Es una raza así. Pero si te acercas y los acoges te reciben de maravilla.

-Por ejemplo.

-Me invitaron como madrina a una boda gitana, debo de ser la única paya de España que recibió ese honor. Llevo siete años animando al grupo que ensaya en mi casa y además canto con ellos. Vivo en un sitio ideal, no molestan a nadie y a mí no me molestan porque me gusta. Me están enseñando guitarra flamenca, pero no son buenos profesores, les gusta tanto lo que hacen que no tienen facilidad para enseñar.

-Juan Uría, su tío, el gran historiador, cantaba muy bien.

-Tío Juan cantaba estupendamente. Sobre todo las vaqueiras. Mi abuelo José, el pintor, también cantaba y siempre andaba con gente más joven, como yo. Soy mayor que las abuelas de esos chicos del grupo. Me llaman tía. Tengo muchos sobrinos y los reúno en casa, así que para estos del grupo también soy su tía.
-Las veladas musicales de su tía Brígida Maqua fueron leyenda en Oviedo.

-Eran otra cosa, claro. Además tía Brígida tocaba muy bien el piano. En su casa escuché a Alicia de Larrocha. Lo mío es otro nivel, claro. Tío Juan tenía una afición al flamenco desmedida. Le daba clase de guitarra Cortés, un gitano catalán que a su vez me enseñó los primeros pasos en guitarra. De ahí me viene la afición al flamenco, que ahora he reforzado porque los gitanos tienen un sentido musical maravilloso.
-¿Por qué no se integran?

-Porque son muy distintos. Desde luego, los marginan. Salí una noche a cantar con Pepe, un chico del grupo, a un bar de la calle Sacramento y si hubiese ido solo no lo dejan pasar. Conmigo sí, tú entras conmigo en todas partes, le dije. Y así fue y empezó a tocar y se hizo un enorme silencio. Él tocaba y yo cantaba. Ellos tienen también rechazo a los payos, mezclado con un orgullo de raza porque se sienten superiores y en algunas cosas lo son.
-¿En qué son superiores?

-En el ritmo, que llaman compás.

-¿En qué más?

-En acogida, lealtad y sentido de la familia.

Laína en un ensayo de La Caravana del Verso
Foto: Joaquín de la Buelga
«Mi tío Juan Uría cantaba muy bien y mi abuelo José, el pintor, lo mismo y siempre andaba con jóvenes, como yo»
«Los gitanos no se integran porque son muy distintos, y, desde luego, los marginan»
«Tía Brígida tocaba muy bien el piano, en su casa escuché a la pianista Alicia de Larrocha»



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