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El sueño del hidalgo, de Anabel Sáiz Ripoll



El sueño del hidalgo
Anabel Sáiz Ripoll
Il. Dagoberto Fuentes Baute
Enlace Editorial. Colección El Tren Dorado
Bogotá, 2016

En eso de la literatura, nada es verdad ni nada mentira.
Todo se fragua en las mentes del que lee.
Anabel Sáiz Ripoll. El sueño del hidalgo.


La escritora española Anabel Sáiz Ripoll ha creado El sueño del hidalgo en un espíritu tan cervantino, que las suyas parecen páginas producidas con el mismo desenfado que lo hubiera hecho Don Miguel si le pidieran hablar de su obra.

Porque si algo pretende esta novela destinada a los jóvenes lectores, es tender un puente para que todos, sin excepción, nos introduzcamos en las páginas de la más grande novela en español con la misma pasión, con la misma fe poética y existencial como lo ha hecho su autora.

Especialista de la lengua, la escritora radicada en Tarragona, ha entregado a los lectores su entusiasmo y amor por Don Quijote, en esta novela que es un sueño de un chico llamado Pablo, en el que Anabel retrata quizás a muchos de los alumnos que ha tenido -ella es profesora de lengua y literatura hispánica en el Instituto Jaume I de Salou- pero también se retrata a sí misma como soñadora de libros, como poderosa tejedora de sueños literarios, como ya demostró en Tiempo de juglares, su deliciosa novela sobre el Cantar de Mio Cid publicada en Colombia bajo el mismo sello de Enlace Editorial.

Pablo es un muchacho diferente a los demás, creativo y crítico, ingenioso y solitario. Parece destinado a soñar a Don Quijote y a Cervantes y su discurso es el hilo conductor en el audaz juego de espejos que propone la escritora.

—A veces creo que yo también, como don Alonso, soy el sueño de otro ser que se divierte a mi costa,
hace decir la autora a Don Miguel de Cervantes en esta novela-sueño, que tiene ecos de Niebla de Unamuno y que es tan universalmente española en su concepción de la vida como sueño, que Pablo se nos presenta como un Segismundo desprovisto de la carga trágica del personaje de Calderón de la Barca, pero soñador activo y consciente de la hondura existencial de Don Quijote:

Los lectores que me piden la segunda parte buscan solo la risa y el gracejo y solo ven las caídas y locuras de don Quijote, pero no entienden que detrás hay algo más, una extraña sensación de vacío, de no saber explicarme a mí mismo, de la insatisfacción del vivir.

La ruta por la que nos conduce Anabel Sáiz Ripoll con un estilo lleno de encanto, especiado del propio refranero de su familia castellana y catalana (tan naturalmente cervantino que llena de gusto el oído), conduce a la esencia de la obra inmortal, a todos aquellos pasos por los que las aventuras del hidalgo que soñó ser Don Quijote y al final lo fue, como dijo Borges, arrojan luz infinita sobre la esencia de lo humano. Finos y eruditos detalles siembra la escritora en la novela, recogerlos posibilita a los lectores aprehender la riqueza del texto original.

El sueño de Pablo desemboca en el sueño de Don Quijote, que a su vez es un sueño de Alonso Quijano y ambos un sueño de Cervantes. El adolescente crece a través de las páginas y reconoce que la lectura le ha desarrollado una especie de segunda visión:

Miré a don Miguel y entendí, sin que nadie me dijera nada, sin palabras, solo desde la intuición que se me estaba desarrollando a ojos vista en ese espacio entre dos mundos. Entendí, con certeza, que la pasión de don Quijote era la pasión de don Miguel y que los molinos de viento no eran otra cosa que el cabildo sevillano con quien tropezó el escritor y así todas las aventuras y desventuras de su caballero no eran nada más que reflejos de su propia vida.

El sueño del hidalgo ha llegado pisando fuerte en el panorama contemporáneo de la literatura infantil y juvenil. La autora se ha atrevido con el clásico de clásicos de la lengua española y lo ha hecho no solo con conocimiento sino con esa clase de amor y de impulso que llevó un día a Alonso Quijano a cabalgar por el campo de Montiel.

Cervantino hasta la médula, el libro nos hace todavía más querido a nuestro hidalgo y más humano y cercano a su autor en este 2016, año de sus celebraciones. Larga vida a este sueño y a todos los que vengan de la pluma castellana y honrada de Anabel Sáiz Ripoll.


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